Contra el despotismo de la velocidad. Un mito autoritario

No hace falta haber leído al fascista Marinetti para comprender que la velocidad es un mito autoritario, que siempre ha ido acompañado del culto gemelo a la guerra y al progreso técnico. Si bien las decisiones conscientes y compartidas requieren de tiempos lentos y tortuosos de discusión, el decisionismo del “no hay tiempo” y del “apúrate” es un arma de los poderosos.

Si la esencia de la orden es obtener una “obediencia rápida, automática y esquemática” (Max Weber), la reducción del tiempo entre la orden dada y su ejecución sólo puede fortalecer la dominación, socavando directamente y proporcionalmente el pensamiento crítico. Por lo tanto, no sorprende que la Emergencia, alimentada hoy por continuas inyecciones de miedo y catastrofismo, se haya convertido en la táctica favorita del poder. Sacudido por profundas contradicciones, con “mercados” repletos de capitales ficticios siempre al borde de la implosión, el sistema capitalista se ve ahora obligado a convertir incesantemente recursos de todo tipo -naturales, sociales, humanos…- en valores bursátiles. Si una gran parte de ellos son ahora “puro vapor de agua” (dinero aún no acumulado, pero que se espera obtener en el futuro…), esto no significa que sus efectos sobre la vida de las personas y el planeta no sean terriblemente concreto.

Sin ir muy lejos, tenemos aquí un ejemplo: las obras de TAV que actualmente están devastando Trentino entre la zona norte de Trento y la ciudad de Mattarello; con los proyectos de la llamada carretera de circunvalación ferroviaria – una “carretera de circunvalación” entre las casas y la muy transitada arteria del Brennero, así como en los terrenos envenenados por las fábricas abandonadas de SLOI y Carbochimica – y la llamada circunvalación – el túnel de 12 kilómetros previsto en el interior de la montaña de Marzola.
Acelerador de emergencia

Para entender cómo se articulan capitalismo financiero, las tácticas de emergencia, la devastación y la expropiación de tierras, demos un paso atrás. El proyecto europeo del TAV se define acertadamente como “estratégico”: es, de hecho, una intervención capitalista que -al menos potencialmente- determina muchas otras. Su realización parcial en Italia ha provocado, en primer lugar, el aumento de las tarifas ferroviarias y la cancelación de muchos trenes regionales; después, desencadenó el proyecto “Grandi Stazioni”; que, a su vez, fue la fuerza motriz del sistema de coche compartido Frecciarossa-ENI; que, a su vez, es un paso en la dirección de la ciudad inteligente y el robo electrónico de datos (por no hablar de la función bélica de los corredores del TAV, incluidos en el Plan Europeo de Movilidad Militar, con el tristemente célebre Corredor 5 de Lisboa a… Kiev). Pero aunque muchas infraestructuras del TAV sigan siendo catedrales en el desierto, ya constituyen activos para obtener beneficios financieros, como dinero que llueve a los bolsillos de los constructores y, al mismo tiempo, promesas de dinero por venir. En resumen, se trata de un juego en el que la patronal -a menos que sea detenida por la variable independiente de las luchas- siempre gana.

Aquí es donde entra en juego la táctica de la Emergencia, ante todo como acelerador. La Operación Covid de los últimos años no sólo ha acelerado (y enormemente) la carrera internacional por la supremacía tecnológica -con la experimentación biotecnológica masiva, el robo de datos a través del impulso forzado del uso de la red, la identidad digital, etc.- sino que también ha acelerado todos los procesos de la globalización. También ha impulsado todos los procesos de reestructuración capitalista, dirigiendo hacia los “sectores estratégicos” esa masa de deuda pública que se ha inyectado sin descanso en los “mercados” desde la crisis de 2008. En Italia, esta financiación consiste principalmente en el conocido Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia de 2021, que forma parte del más amplio Plan Next Generation EU. Pues bien, no basta con echar un vistazo rápido al PNRR para comprender cómo todo lo que en él no se refiere a la digitalización acaba en el agujero negro del TAV (véase, en particular, la “Misión 3”: al menos la mitad de los 24.770 millones destinados a la supuesta “movilidad sostenible” son para el tren de alta velocidad, mientras que todo el resto se va en calderilla); pero el proyecto trentino de la llamada “Circonvallazione” fue incluido dentro del mismo PNRR, y acelerado por ese “Decreto de Simplificación” lanzado al mismo tiempo para desbloquear los distintos proyectos. Con el resultado de que, en menos de un año desde el decreto, se adjudicó el contrato al habitual y notorio Webuild (ex-Impregilo, los constructores en masa del grupo FIAT), y en menos de dos se abrieron las obras. Además de los daños, la habitual burla a la democracia participativa (aquella en la que los ciudadanos pueden expresarse sobre todo sin poder oponerse a nada), pero hecha aún más grotesca por los “debates públicos” celebrados durante las vacaciones de Navidad de 2021-2022, a los que sólo se podía acceder mostrando el pase verde…

Las tácticas de la Emergencia han convertido lo inaceptable en incuestionable, sometiendo a toda la población a un continuo y feroz ejercicio de resiliencia. Así hoy como ayer, con el suceso del Covid, la tecnología del m-ARN pasó de los laboratorios a los organismos, hoy, tras la inundación de Romaña (en la que el general Figliuolo fue nombrado comisario de la nueva Emergencia), se autoriza el cultivo de nuevos OGM con fines experimentales (con una modificación el 30 de mayo del “Decreto sequía” de 2022).

Mientras tanto, las mismas figuras que nos han impuesto todo en nombre de la salud pública, ahora quieren envenenar Trentino con tetraetilo de plomo y otros residuos industriales de SLOI y Carbochimica (sin ni siquiera adoptar las pocas medidas cautelares previstas por su propia ley, como reconoce incluso el poder judicial de Trento, que con una mano embarga el subsuelo de los sitios, y con la otra trata de detener a los que tratan de bloquearlos directamente). Los mismos que invocan menos libertad, más control social y más nocividad con la excusa del cambio climático, se disponen ahora a devastar las más de 200 fuentes de agua interceptadas por la variante de Marzola.

La gran hipoteca

La devastación medioambiental y la digitalización son cuestiones interrelacionadas al menos en dos sentidos. La primera es que, sencillamente, la digitalización es en sí misma un desastre medioambiental.

Ya debería ser de sobra conocido que la proliferación de dispositivos digitales requiere cantidades cada vez mayores de materias primas raras, que sólo pueden extraerse mediante procesos devastadores. Del mismo modo que debería ser bien sabido que la enorme cantidad de datos que fluyen a través de estos dispositivos, y que está destinada a aumentar aún más, ya consume una parte significativa de la electricidad producida en todo el mundo, por no hablar de la cantidad de agua necesaria para enfriar los centros de datos, el problema de los residuos electrónicos y la contaminación electromagnética.

Como se ha señalado, a propósito de la inmensa velocidad, todo dispositivo digital “se construye utilizando elementos que tardaron miles de millones de años en formarse en el interior de la Tierra. Desde la perspectiva del tiempo profundo, estamos explotando la historia geológica de la Tierra para satisfacer una fracción de segundo del tiempo tecnológico contemporáneo, construyendo dispositivos […] que a menudo están diseñados para durar sólo unos pocos años” (Kate Crawford, Ni inteligente ni artificial. El lado oscuro de la IA).

Es noticia en las últimas semanas que, como era ampliamente previsible, tanto a nivel europeo como nacional se está produciendo una aceleración en la apertura o reapertura de yacimientos para la extracción de las llamadas “materias primas críticas”, indispensables para la digitalización y la transición ecológica (expresión cada día más digna de la neolengua), con el objetivo, en un contexto de creciente inestabilidad geopolítica, de reducir la dependencia -en particular de China. Sólo en Trentino habría varias decenas de sitios viables.

Frente a la degradación del medio ambiente, para no tener que cuestionar el sistema que la produce, la respuesta es el enésimo salto tecnológico, que prepara para las catástrofes venideras – convergiendo con biotecnologías que pretenden adaptar lo vivo a condiciones cada vez más insostenibles, al tiempo que nos hacen cada vez más radicalmente dependientes y aniquilan cualquier autonomía posible.

Por otra parte, la digitalización debe verse como una contrarrevolución predictiva de la posibilidad misma de combatirla, la devastación medioambiental (y de otro tipo), al menos en formas no autorizadas, es decir, puramente simbólicas y completamente inofensivas. Y no se trata sólo de un uso represivo en sentido estricto (drones, cámaras inteligentes, seguimiento cada vez más omnipresente…).

La imposición, en los últimos años, de un certificado digital de obediencia para poder circular e incluso trabajar debería habernos enseñado algo: se está preparando una infraestructura para registrar y evaluar todos los comportamientos de la forma más automática posible, y modular en consecuencia el acceso a los servicios, excluyendo a todos aquellos que no puedan o no quieran moverse al ritmo impuesto. Equipa técnicamente una lógica de “recompensa” que hace tiempo que se ha abierto camino y se extiende como un reguero de pólvora a todos los sectores de la sociedad.

Reconocer -y atacar- como engranajes de una misma máquina los distintos sistemas que trabajan en esta dirección -desde los que analizan nuestros comportamientos para dar al mercado la posibilidad de anticiparse a ellos con la oferta adecuada en el momento oportuno, hasta la progresiva imposición de los pagos electrónicos y trazables, pasando por la llamada identidad digital-, es vital si no queremos hipotecar también en el futuro la posibilidad de luchar contra las obras dañinas a gran escala.

A toro pasado

El pasado mes de marzo, Trentino fue seleccionado por la Comisión Europea para participar en las “Jornadas Europeas de la Innovación” en Silicon Valley, como territorio virtuoso en el ámbito de la investigación tecnoindustrial. Aunque no es la única realidad que se distingue en el desarrollo de nuevas tecnologías, a menudo desempeña el papel de pionero y enlace entre la investigación y las empresas. Del mismo modo que el valle californiano del silicio representa el emblema de un mundo en proyecto en el que el ser humano, desprovisto ya de toda facultad que lo hace tal, puede ser sustituido por máquinas cada vez más potentes que lo vuelven obsoleto, el Trentino emerge también como zona de desarrollo de las llamadas tecnologías convergentes. Las importantes inversiones públicas y la colaboración entre el Cibio (Departamento de Biología Celular, Computacional e Integrada) y el CiMec (Centro Interdepartamental para la Mente y el Cerebro) de la Universidad de Trento, la Fundación Bruno Kessler y la Fundación Edmund Mach permiten combinar nanotecnología, biotecnología y biología sintética, ciencia cognitiva y neurociencia, sistemas informáticos e inteligencia artificial. Un tejido que construye segmento a segmento el dominio tecnológico del futuro; una caja de herramientas que ya está lista para ser utilizada.

La exhumación de mamuts a partir de elefantes modificados genéticamente para preservar el hábitat de la tundra siberiana, la producción de animales creados exclusivamente como reservorios de órganos para el ser humano, la selección de micromascotas (animales de compañía en miniatura) modificadas genéticamente, la aplicación de la técnica gene drive que interviene a nivel hereditario aumentando la posibilidad de transmitir determinados rasgos genéticos a las generaciones siguientes: éstas son sólo algunas de las aplicaciones de la nueva técnica CRISPR-Cas9 (el método de las “tijeras moleculares” que corta y cose el ADN).

Los ejemplos citados son los descritos por una engreída Anna Cereseto, jefa de grupo del Cibio, que alaba las maravillas de CRISPR-Cas9 en sus conferencias. Estos científicos evocan lo que dijo el físico nuclear Enrico Fermi en 1945, tras la Prueba Trinity, la primera prueba atómica realizada en el desierto de Nuevo México: “¡Déjenme en paz con sus problemas de conciencia, es una física tan bella!”. El descubrimiento de CRISPR-Cas9 es una auténtica “revolución” y ningún científico quiere sustraerse a su uso. Al igual que la llegada de la era atómica cambió irreversiblemente el curso de la sociedad humana al dar a sus dirigentes la posibilidad material de acabar con la vida en la Tierra, la biotecnología permite ahora modificar todas las bases genéticas de los seres vivos.

La investigación en el Cibio de Trento también se ocupa de estudios en el campo médico (como las terapias génicas), pero es precisamente desde estos ámbitos donde la tecnociencia se expande hacia aplicaciones para la “mejora” del ser humano hacia un posthumano perfecto e invulnerable. Y si algunos de estos científicos dicen que la “discusión de las implicaciones éticas” debe preocupar sólo a los iniciados, es indicativo de que la apelación a la sociedad llega cuando el juego ya ha terminado. Mientras tanto, en las salas del Cybium se avanza en la síntesis de nuevas formas de vida completamente artificiales y se estudia la comida del futuro creada en laboratorio.

Para los investigadores, las plantas son otra frontera por conquistar. A nivel local, la FMACH desempeña un papel destacado en el campo de la agricultura y, en especial, de la genética agrícola. Tras años de investigación básica en la secuenciación genética de las plantas frutales y no frutales más importantes (vid, manzana, fresa e incluso la mosca de la fruta), se ha logrado la actividad más esperada por los genetistas, a saber, la posibilidad de aplicar una especie de terapia génica también a las plantas. CRISPR-Cas9 es la herramienta indispensable para fabricar manzanos resistentes a la sarna y vides resistentes a la peronospera modificando su ADN. El objetivo es responder a los problemas de propagación de los monocultivos modificados genéticamente. Además, el cultivo a campo abierto, aunque sólo sea de forma experimental, de los nuevos OMG (llamados eufemísticamente Técnicas de Evolución Asistida) representa un paso más hacia la privatización de lo vivo. Y no sólo eso. En el futuro, cultivar o no plantas genéticamente modificadas no será una elección libre, sino una decisión obligatoria para permanecer en el mercado; y la dependencia de los agricultores de instituciones de investigación como la Fundación Mach será cada vez más inevitable.

La aplicación de la robótica y la tecnología de sensores en el campo es un paso más hacia la agricultura 4.0, la agricultura sin agricultores. En este ámbito, la Fundación Bruno Kessler desarrolla numerosos proyectos en Trentino. Se trata de un centro de investigación de la provincia de Trento que destaca en innumerables campos, desde la nanotecnología a la inteligencia artificial, y que también desempeña un papel importante en la transformación radical de la ciudad de Trento hacia un modelo de ciudad inteligente. Con los proyectos europeos MARVEL, PROTECTOR y PRECRISIS, para los que la FBK ofrece su experiencia y laboratorios, Trento se está convirtiendo en una ciudad piloto, “un gran laboratorio al aire libre para probar nuevas estrategias de predicción de situaciones peligrosas e intervenir de manera eficaz y oportuna”, es decir, un sistema de cámaras de vídeo “inteligentes” que también pueden recoger material de audio e información de las redes sociales. En lo que se está trabajando es en una sociedad en la que la tecnología se convertirá en el nuevo sistema totalitario: desde los estudios cerebrales del CiMec, que también servirán para predecir nuestro comportamiento y pensamientos, hasta la recopilación de ingentes cantidades de datos para arrojarlos a la inteligencia artificial que los procesará de forma automatizada, útil a su vez en la biología sintética y la modificación genética de los seres vivos. Un entrecruzamiento de tecnologías e intereses que hay que conocer, comprender y contraponer.


Bloquear el TAV, desbloquear la historia

Una propaganda martilleante nos llama a la responsabilidad colectiva frente al “cambio climático antropogénico”. Según los discursos de los tecnócratas disfrazados de ecologistas, de un lado está el clima y del otro el Hombre. En realidad, el ser humano es un “animal político” desde hace al menos 40.000 años. ¿Cómo es que sólo en los dos últimos siglos ha empezado a poner en peligro el ecosistema que necesita para sobrevivir? Para responder a esta pregunta, debemos dejar de lado al Hombre y hablar de la sociedad industrial. La formada por el entrelazamiento del beneficio y el poder técnico es la estructura social más expoliadora que ha producido la larguísima experiencia histórica de los humanos. Y cada remedio que amplía el dominio de la tecnoindustria sobre el mundo acelera nuestra expulsión de él. Cada aceleración del comercio, el transporte, la comunicación y los medios de producción aumenta la necesidad de energía para alimentar esta megamáquina. Cuanto mayor es la distancia entre los lugares de producción y los de consumo, más dependen las comunidades locales de las cadenas logísticas para satisfacer sus necesidades. Cuanto más alto se elevan los satélites para conectar la red mundial de objetos electrónicos, más metales hay que extraer de las entrañas de la tierra. El aislamiento social de los individuos se agrava en la medida exacta en que el entorno se reduce a un gran almacén, a material inerte que hay que descomponer y volver a ensamblar en un laboratorio.

Dado que el TAV representa una especie de equivalente general de las lógicas del capitalismo y de la tecnoindustria – devastar territorios para atravesarlos y extraer valor más rápidamente -, nos parece necesario y posible hacer de la lucha contra el TAV el equivalente general de las luchas contra el despotismo de la velocidad – verdadero motor de la sociedad en la que vivimos.

Si los medios del TAV -impacto sobre los acuíferos, derroche gigantesco de agua para alimentar las cortadoras, contaminantes industriales agitados por las excavaciones, emisiones que alteran el clima para producir cemento, vías, tendidos eléctricos, mayor erosión hidrogeológica de los territorios, fragilización ecológica y pérdida de autosuficiencia alimentaria, etc.- ya son suficientes para impedir su construcción, también debemos rechazar sus fines: una humanidad que se mueve cada vez más rápido para encontrar en todas partes los mismos smartphones, la misma hamburguesa, la misma Coca Cola, los mismos centros comerciales, el mismo desierto hiperconectado. No querríamos un mundo así aunque fuera de “impacto cero”, y mucho menos si tuviéramos que consumir todos los demás mundos posibles para alimentarlo. Porque esa es exactamente la cuestión. La humanidad ha experimentado en su larga historia innumerables formas sociales y políticas (nómadas y sedentarias, con o sin agricultura, con o sin ciudades, con o sin clases, con o sin jerarquías…). En un lapso de tiempo -apenas dos siglos- se ha enredado en un sistema tecnológico que ahora pone en peligro su supervivencia y la de tantas otras formas de vida en el planeta. Bloquear el TAV -y mientras tanto debatir también sobre agricultura 4.0, transgénicos, digitalización, cámaras de reconocimiento facial, ciudades inteligentes…- puede ser una forma de romper con el aprisionamiento tecnológico del mundo y empezar a organizarnos de otra manera. En definitiva, una forma de desbloquear la historia. Una historia que comienza con la constatación de que sin una “obediencia lista, automática y esquemática” por nuestra parte, la clase dominante puede imponernos muy poco. Una historia que ya se abre en la medida en que discutimos, tomamos decisiones, actuamos y luchamos de forma autónoma y horizontal. Una historia que, al intentar cambiar el orden social, lo primero que hace es cambiar la experiencia del tiempo.

Ganar tiempo es una falsa promesa, porque lo que estamos perdiendo es nuestra vida. “El tiempo es básicamente un instrumento de medición sin valor, porque sólo toca las paredes exteriores de mi vida” (Stig Dagerman).

Rovereto, septiembre de 2022
Collettivo Terra e Libertà